Es uno de los barrancos míticos de la Sierra de Guara, por su envergadura, situación, caudal y temperatura del agua.
En el año 1973, un grupo de montañeros oscenses, consiguió completar su descenso.
Rebuscando en las Hemerotecas, hemos dado con el articulo sobre su experiencia publicado por el Diario del AltoAragon, hace casi 40 años. Aquí os lo transcribimos
«Varios han sido los intentos de explorar el fondo del más imponente de todos los cañones que surcan las sierras exteriores oscenses: !as gargantas del Alcanadre. Varias expediciones de franceses, exclusivamente con este fin, han llegado a Rodellar , en el curso de los diez últimos años. Ninguna de ellas supo culminar con éxito la empresa que se habían propuesto. Serias dificultades naturales hacían volver atrás a los ansiosos turistas franceses. `En la mente de varios socios de Peña Guara, latía ese mismo proyecto desde hacía unos años, y latía más fuerte conforme aumentaban los fracasos de expediciones. anteriores. El cañón del Alcanadre se resistía cada vez más a ser pisado por la planta humana. Y cuanta más resistencia presentaba, más atrayente aparecía».
Son las cuatro de la madrugada cuando vamos dejando Rodellar a nuestras espaldas. Con unos cuantos tropezones entre las piedras del camino, atravesamos la surgencia de Mascún y cogemos la empinada senda que por debajo de la cueva Andrebot nos lleva hasta los campos de Seral.
Son las seis y media; a esta hora el sol no ciega, se le puede mirar a la cara, ilumina las casas mas orientales de Nasarre que han aparecido ya a nuestra vista. Amplias superficies de erosión maduras, que en otro tiempo dieron su fruto a unos hombres que se batían en una economía de pura subsistencia, ahora se presentan con la libertad de lo que quiera crecer en ellas. Las sendas de acceso ya no discurren por los primitivos caminos cercados de gruesos muros de piedra, lo hacen por los dóciles vanos de los campos abandonados. En Nasarre el silencio es el único ducho del pueblo. Estamos a 1.191 metros. A partir de ahora sólo habrá que descender.
Lo que tanto tiempo había esperado dentro de nosotros, la que tan minuciosamente habíamos preparado, lo tenemos a nuestros pies. Las Gargantas del Alcanadre, en este punto inicial de su encañónamiento, adoptan el nombre de Gorgas Negras. Y realmente el nombre es adecuado. Los pasos son difíciles, pero la dificultad en estos momentos iniciales del descenso nos anima.
Sin utilizar todavía los botes neumáticos. andamos unas veces por oposición entre las estrechas paredes del cañón, otras con agua hasta la cintura. La profundidad de las sucesivas gorgas, nos obliga pronto a utilizar los botes, y los que los trasportaban se alegran de verse librados de tan incómodo peso.
Pronto, la monotonía del embarque y el desembarque -en las repetidas gorgas, empieza a aburrirnos. EL agua no parece muy fría, y el fondo del cañón se ve iluminado tan sólo por un difuminado resplandor que obliga a abrir al máximo el objetivo de la máquina fotográfica. Llevamos ya unos 600 metros de descenso y en la pared derecha del cañón. dejamos grabado el nombre de nuestro club. Las profundas gorgas continúan, algunas de difícil embarque, lo que provoca varios remojones involuntarios. Algunos bloques empotrados en el cañón, dan techo al cauce del río, y con las concreciones estalagmiticas en su parte interior, nos parece navegar por los lagos del Solencio de Bastaras. Lugares de singular belleza nunca captados por el ojo humano, dejan vencida nuestra imaginación creadora de paisajes insólitos. Pequeñas balmas donde el río se introduce casi en oscuridad total, caladas estalagmiticas, caprichosas y diminutas cascadas, nos van dejando boquiabiertos conforme avanzamos.
Son las once y media de la mañana y el cañón parece abrir sus paredes para dejarse acariciar por el sol. Hemos recorrido ya cerca de dos kilómetros.
Un poco más abajo encontramos la primera dificultad seria. Una cascada de más de diez metros de altura nos obliga a decidir por un rappel; pero no existen amarres adecuados, ni hay grietas donde colocar clavijas. Dificultades como esta las llevábamos previstas. Con un raplús de 1 mm, una pequeña maza, conseguimos taladrar un agujero de 4 centímetros, donde introducimos una pitonisa expansiva.
La doble cuerda, los descensores rappel y el seguro Shunt, empiezan a funcionar. Pero el rappel acaba en el agua de una enorme y profunda badina, y es necesario descender en primer lugar los botes neumáticos. La dificultad del paso nos entretiene bastante tiempo, pero al final es superada sin novedad.
Cien metros más abajo de este contratiempo, encontramos una pequeña playa arenosa orientada por el sol. Son las doce de la larde; llevamos ya once horas andando y apenas nos damos cuenta del largo tiempo que ha pasado. Nuestros cuerpos sienten el cansancio, piden energías y reposo. El descanso es corto, e] cañón vuelve a cerrarse entre oscuras y estrechas paredes. Para colmo, una dificultad más seria que ninguna de las superadas hasta aquí, nos cierra el paso a pocos metros de una playa. Una enorme cascada de lisas paredes por la qué el miedo impide asomarse libremente, nos pone nerviosos a todos. Retroceder es imposible; bordear la cascada también lo parece. Mientras los demás comen, Cajal y yo inspeccionamos el punto mas adecuado para rapelar la vertical.. . Medio colgado sobre el vacío, Cajal descubre un punto por el que se podría descender sin sufrir la caída de agua sobre nuestros cuerpos. Además, abajo, parece que existe una repisa seca que ayudará al aterrizaje. En seguida encontramos una pequeña rama que servirá para pasar la doble cuerda. Uno a uno vamos descendiendo los 20 metros más verticales de todo el descenso. Se nos ha hecho demasiado tarde. Son las cuatro y aún no hemos llegado a la mitad del trayecto. Llevamos poco más de dos kilómetros de descenso. Nuevas gorgas aparecen a nuestro paso. Con el cansancio y la prisa, apenas apreciamos las nuevas maravillas que se nos van apareciendo.
El agua se encuentra más fría; las primeras surgencias han hecho, ya su aparición disimuladamente entre los bloques; tan sólo un característico musgo las delata.
El final de los Bozos de Lañas, un descanso para comer y secarnos al sol, nos reúne a lo seis componentes de la expedición que andábamos ya -desperdigados. Son las seis de la tarde. Unas cuantas badinas de fácil paso, nos separan de Custodia. A Custodia descendían, las caballerías por la senda de la Canal del Ordio, hoy día desaparecida. Aquí, trabajaban los cuchareros en su malpagado oficio. Otra surgencia considerable existe en Custodia.
El descenso continúa y las dificultades vuelven a hacer su aparición. Pocos metros más abajo ele Custodio, un salto de unos quince metros corta el paso a quien no sepa de escaladas en libre. Por la margen izquierda, una grieta permite salvar la cascada, bajando por oposición. El cañón ha vuelto a cerrarse; nuevas y profundas gorgas aparecen al paso. Estamos ya en Estrecho Alto.
Algunas huellas de pescadores aparecen en el fondo del río. Largas badinas existen en estos lugares, las más grandes de todo el trayecto que llevamos hecho. El valle se abre para volverse a cerrar rápidamente. La fuente del Estrecho Alto, hace su aparición en es tos lugares.
Con mucha prisa atravesamos las gorgas del Estrecho Bajo, para animarnos profundamente con la visión de los chopos de San Cristóbal. Las ganas de reposar aceleran nuestra marcha. Son las siete y media de la tarde.
San Cristóbal se presenta acogedor. De buena gana nos quedaríamos aquí a pasar la noche. No faltan prados, no faltan árboles ni fuentes. Sólo nos falta el tiempo libre y el material para pernoctar. La noche se nos va a echar en cima y es la votación la que decide dejar el descenso del río para tomar el penoso camino que lleva hasta Rodellar. Por debajo de nos otros, dejamos la Chasa y los desfiladeros de Barrasil, ya recorridos en anteriores ocasiones».
ENTREVISTA A LOS AUDACES COMPONENTES DE LA EXPEDICION
Un grupo de valientes, miembros del equipo espeleológico de «Peña Guara», han explorado con éxito, por primera vez, hace tan sólo unos días, las atrayentes y desconocidas gargantas del cañón del Alcanadre, en la sierra de Guara. Varios habían sido los intentos de explorar el fondo de tan imponente cañón, pero tales tentativas habían resultado fallidas hasta la fecha ante las serias dificultades naturales y penosos obstáculos que encierran para el hombre. El cañón del Alcanadre, que con tanta persistencia se resistía a ser pisado por la planta humana, ha sido vencido por seis jóvenes de Huesca cuyos nombres permanecerán en el anonimato por – expreso deseo del grupo. Con ellos hemos mantenido un cambio de impresiones y éste ha sido el resultado de nuestro coloquio.
-¿Cuándo y cómo decidisteis realizar esta expedición?
-Teníamos noticia de que numerosos grupos venidos desde Francia no habían podido culminar con éxito la exploración de este cañón, y ello nos animaba a tratar de hacerlo nosotros, lo cual se veía reforzado con el proyecto que varios socios de «Peña Guara», referente a la exploración del Alcanadre Así fue cómo nos dispusimos a llevar a buen fin la empresa.
-Hablarnos de los prépatativos.
-Dispusimos minuciosamente el material necesario; no debíamos fallar, y era necesario: sopesar bien todas las posibilidades. Seleccionamos los componentes de la expedición, sabedores de que la dureza del trayecto exigía una inmejorable preparación física, y, por fin, se fijó la fecha adecuada.
-¿Por qué elegisteis los últimos días de agosto?
-Por ser período de estiaje, En el que la cantidad del agua y la temperatura de la misma ofrecen la menor resistencia.
-Pero una crecida del río, en el fondo del cañón, creo que puede producirse en cualquier momento.
-Así es; y como las consecuencias, si esto ocurre, son fatales, tuvimos la suficiente precaución para informarnos bien de las previsiones meteorológicas, eligiendo el trazado descendente como el de más probabilidades de éxito.
-¿Alguien que conociera en parte el cañón os aconsejó o indicó algo?
-Sí, varios vecinos de Rodellar nos dieron a conocer algunas de las dificultades a las que tendríamos que enfrentarnos.
-¿Principales obstáculos?
-Las cascadas, algunas de ellas con más de 15 metros de altura, teniendo que hacer rapel por paredes totalmente pulidas, por el agua, que caracteriza el lugar. De la oscuridad total, pasamos a contemplar preciosas cascadas, enormes unas veces, diminutas otras. Y poco después aparecen las primeras playas arenosas que terminaban gradualmente en profundas badinas.
-¿Y cómo os las arreglabais?
-Primero descendíamos los botes neumáticos y luego nosotros sobre ellos.
-¿En algún momento llegasteis a temer por vosotros o el éxito de la empresa?
-Sí. fueron varios
-Pero, ¿cuál el más difícil?
-Creo que un salto de quince de rappel
-¿Cuánto tiempo invertisteis en la exploración?
–Dieciocho horas.
-Hay algo de lo que no nos habéis dicho nada y tiene mucha ímportancia; me refiero al material que llevabais.
-Tres botes neumáticos, 120 metros de cuerda, martillo, raplüs. mosquetones, pitonisas, seguros «Shunt», boudriers, cordinos y cámaras fotográficas.
-¿Y para alimento?
-Comida ligera.
-¿Ha sido importante para vosotros la ayuda de «Peña Guara»?
-Decisiva; sin la prestación de nuestro Club nos ha hecho de parte del material, no hubiera sido posible abrir este nuevo paso.
-¿Número exacto de kilómetros descendidos por el fondo del Alcanadre?
-Alrededor de cinco.
-¿Contentos después de haber logrado lo que tanto deseabais?
-Lo estamos. La satisfacción con éxito compensa nuestro esfuerzo
Un nuevo paso ha sido abierto. Ellos han podido disfrutar lugares nunca captados por el ojo humano mientras hacían realidad uno de sus numerosos proyectos. Ahora vendrán otros y después otros, pues su amor por el riesgo y la montaña late demasiado fuerte como para no seguir por esta ruta